Los renglones torcidos de Dios, Torcuato Luca de Tena

Tengo un amigo que cada vez que ve a mi novio (y nos vemos de vacaciones en vacaciones) le pregunta si ya ha leído Los renglones torcidos de Dios. Tantas son las veces que se lo ha dicho, que no he podido aguantar la tentación de leerlo yo.

Los renglones torcidos de Dios, Torcuato Luca de Tena

Alice Gould ha sido ingresada en un manicomio para realizar una investigación. Se hará pasar por una enferma más, con un diagnóstico falso de paranoia, creyendo su marido que está de viaje en Buenos Aires, y su misión será, con la ayuda del director del centro, investigar a los enfermos que allí se encuentran hasta dar con el asesino del padre de su cliente. 

Una vez dentro, se encuentra con que Samuel Alvar, el director, no está y ella tendrá que seguir fingiéndose loca para poder convencer a los demas doctores y enfermeros y continuar su investigación. 

Sin embargo, no todo sale como ella planeaba. A pesar de ganarse la confianza de su médico y de la mayoría de los batas blancas, cuando Samuel Alvar regresa de sus vacaciones y la recibe, asegura no conocer de nada la historia que Alice le cuenta y ello conlleva a que la considere aún más loca. 

¿Estará Alice realmente en el manicomio investigando un asesinato? ¿O será una loca, con brotes de paranoia que se cree detective y piensa que está en el centro por esa razón?

Os aseguro que estas dos preguntas que he escrito al final del resumen de la novela han sido las que han estado machacándome durante toooooooooda la lectura. Aunque se da por seguro que Alice es una detective, que está por ese motivo en el manicomio, no he podido evitar pensar ¿y si el doctor Alvar tiene razón? ¿y si está loca de verdad? 

Me gustaría decir antes de empezar con la reseña propiamente dicha, que el autor, Torcuato Luca de Tena, estuvo ingresado en un hospital psiquiátrico con el único fin de documentarse bien para la novela. Os dejo un fragmento de lo que pone al principio del libro: 

Para escribir este libro, el autor -después de visitar numerosos manicomios- ingresó en un hospital psiquiátrico y convivió, como un loco más, entre los locos. Casi todos los enfermos mentales, cuyos avatares se relatan (y que en la obra aparecen bajo la común denominación de los "Renglones torcidos de Dios"), han sido conocidos y tratados por el escritor.

Nada más sabiendo este dato, mis ganas de leer el libro crecieron, pues, ¿cómo sería un libro sobre locos escrito por una persona que ha convivido con ellos? sin duda, las descripciones tenían que ser muy exactas y fieles a la realidad. No sé si pensar que el autor estaba loco de verdad por ingresar en un manicomio y, además, como un enfermo más (no he podido evitar pensar que ¿y si todo lo que ocurre en la novela le hubiera pasado al mismísimo Luca de Tena?), lo que sí está claro es que este hombre se toma muy en serio lo que escribe.

La novela tiene un prólogo escrito por Juan Antonio Vallejo-Nágera, psiquiatra y amigo del escritor, que nos cuenta cuándo y por qué decidió el autor ingresar en el hospital psiquiátrico. Es un prólogo que te mete de lleno en la historia y te explica qué se va a tratar en ella, lo que es real y lo que no. Os pongo unas líneas que me llamaron mucho la atención, por su veracidad.

Existen algunos temores que parecen innatos por lo extendidos que están, al menos en nuestra cultura. Todos hemos sentidos alguna vez un estremecimiento ante la idea de poder ser enterrado vivo por error. También ante el encierro en un manicomio, en el que nuestros esfuerzos por salir convencen a todos de que deben retenernos allí indefinidamente. La posibilidad de que nos ocurra es la misma para ambas situaciones. Muy remota por fortuna.

Podría definir mi relación con esta historia como pura tensión. Es la primera vez que, leyendo un libro, he necesitado pasar unas páginas y saber qué ocurre más adelante. Nunca había hecho esto, por mucha intriga que tuviese, siempre he seguido el orden de la lectura con los nervios a flor de piel por saber qué ocurriría. Con Los renglones torcidos de Dios no he podido evitarlo... en varias ocasiones, he tenido que ir al final de un capítulo para ver qué ocurre antes de empezarlo, porque no podía aguantar, no podía. Es una historia cargada de misterio, intriga, de necesidad de saber qué pasará y, sobre todo, ¿estará loca? Seguro que más de uno se pondrá en su situación y se agobiará pensando en qué pasaría si a cualquiera de nosotros nos metieran, cuerdos, en un manicomio y nos creyeran locos. Qué angustia, ¿no? Eso es lo que he sentido por Alice: angustia, por leer lo mal que lo pasa, por leer sus esfuerzos por demostrar que no está loca.

La historia es dura, muy dura, ya que se nos presenta una realidad que muchos desconocemos. ¿Cómo es el día a día de los enfermos mentales? ¿cuáles son sus síntomas y qué pueden hacer? ¿cómo se les trata? Luca de Tena nos mete de lleno en este mundo y nos explica todo acerca de lo que se hace en un manicomio. Por supuesto, no todo es real, y ello nos lo explica Vallejo-Nágera en el prólogo. La novela está llena de descripciones, de capítulos enteros de narración, de palabras que retratan el hospital y sus enfermos. Yo he podido ver a la perfección en mi mente a cada uno de los enfermos, gracias a la perfección del autor a la hora de describirlos.
Del ritmo poco más puedo decir, ya que basta con haberos comentado el hecho de que no haya podido parar de leer y de adelantarme a los acontecimientos. En todo momento quieres saber más, conocer más. El último tirón que le di al libro hizo que me acostara a las tantas de la madrugada, pero no podía parar sin saber qué ocurría al final.

Los personajes, repito, están muy bien perfilados y descritos. Me he encariñado de muchos de ellos, no lo he podido evitar. Alice Gould, la protagonista, no ha sido de mis favoritos, por sus aires de grandeza, por su prepotencia... no, no me han gustado esas cualidades en ella. Montserrat Castell, sin embargo, me ha parecido pura bondad. Tan buena es que hasta he sospechado de ella. César Arellano, el doctor que trata a Alice, ha sido mi personaje preferido... ¡qué bueno es! ¡qué atento! un sol de persona. Samuel Alvar, el director del centro, se lleva toda mi enemistad, porque no sabe tratar a los enfermos, porque no sabe tratar a Alice. De los enfermos, no he podido evitar sentir cariño por el Hortelano, que todo sea dicho, ya está curado, por Ignacio Urquieta y por Rómulo.

La víspera, en la conversación que mantuvo con el doctor Rupiérez, empleó una expresión cruel para referirse a los allí residentes: "su pequeña colección de monstruos", le dijo al médico, antes de haberlos visto. Mas ahora comprendía que su definición era exacta: triste y dolorosamente exacta: aquello era un museo de horrores, un álbum vivo de esperpentos, un gallinero de excentricidades, pero eran seres humanos: no árboles ni bestias. En algún lugar y en un tiempo desconocidos tuvieron unos padres, un hogar y una cuna. "¡No es horror, Alice Gould, lo que deben producirte- se recriminó -, sino una sincera compasión y un gran afán de ayudarlos! ¡No dudes en mirarlos de frente! ¡Sonríeles, Alice Gould!".

Si hay una cosa que no me ha gustado del libro y que ha sido la responsable de que le baje la puntuación es la forma de escribir del autor. Sí que tiene un estilo que hace que te enganches a la novela y no puedas dejarla, pero escribe de una manera enrevesada (sintióse, calmose, acercose...) que dificulta un poco la lectura. Los diálogos me han parecido, además, forzados, demasiado... ¿cómo decirlo? cultos y excelentes como para ser palabras orales.
Y el final... bueno, el final tendréis que leerlo, y sufrir como he sufrido yo a lo largo de la novela por saberlo. Puede que os sorprenda, o puede que no.

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