La lágrima de la India, Ismael Cruceta
Editorial: Entrelíneas
220 páginas
La que parecía que iba a ser una historia de amor, resultó ser una novela sobre la amistad, sobre una amistad limpia que unió a Leonardo Soto y Anita Reina de Córdoba más allá del tiempo y del espacio. Él, un escritor de éxito al que el destino le puso en el camino a Soledad una y otra vez, entre recuerdos de infancia, canciones de Jacques Brel y pies descalzos.
Y ella, Anita, que se embarcará en un viaje maravilloso a Sri Lanka, un país donde buscará a gente con la tez morena y los ojos de color aceituna, un paraíso de playas y templos con dos décadas de conflicto armado a sus espaldas, una guerra ciega que tan desapercibida ha pasado a los ojos del mundo. Y ambos, sin saberlo, se salvaron mutuamente del olvido.
(Texto extraido de la sinopsis del libro)
Rescato para esta reseña las palabras que le dije a su autor, Ismael Cruceta, sobre la novela; palabras que sigo sintiendo aún hoy que han pasado varios días desde que terminé este libro y abandoné sus páginas en un hueco de mi estantería, palabras que siguen martilleándome y haciéndome recordar, con la piel de gallina, la historia de Leonardo y Anita, y también la de Soledad, pues ella, aunque en un segundo plano, también forma parte de esta telaraña que hila la trama de La lágrima de la India.
Le comentaba a Ismael, con todo el cariño del mundo, que no sabía si odiarle por haberme dejado tan destrozada una vez cerrado el libro o si quererle por haber hecho, una vez más, que un libro me produzca tantas sensaciones. Le decía, y cito textualmente: "Soy incapaz de describirte el estado en el que me he quedado tras cerrar el libro: con un nudo en el estómago, con las lágrimas en los ojos, con una sensación de desamparo total". Es así cómo me sentí en ese momento, y como aún me siento cuando pienso en Anita Reina de Córdoba, en Leonardo Soto. Porque esta historia tiene unos tintes amargos originados por la enfermedad de Anita, una mujer vivaz, simpática y divertida que se está muriendo, que ha decidido cambiar de vida y vivir el hoy, irse a un país asolado por la pobreza y la guerra, Sri Lanka, y empezar allí una nueva vida, aunque ello suponga abandonar a su amigo del alma, a su compañero de fatigas y alegrías, a Leonardo Soto, que siempre dice que Anita es la mujer más maravillosa que ha conocido. Si no fuera porque estaba acompañada, estoy segura de que habría dado libertad a mis sentimientos y esas lágrimas que tan celosamente guardaban mis ojos y mi cerebro se empeñaba en impedir que saliesen habrían desatado un mar de lágrimas y me habrían sumido en la tristeza y desolación, porque, aunque la novela no tiene un final triste, no del todo, sí genera este una serie de emociones imposibles de controlar y que te dejan en una tristeza aderezada con tintes de positivismo y de amor.
Por otra parte, y dejando el final a un lado, la historia narra un viaje, no solo por tres países distintos, también por un océano de sentimientos que se te instalan dentro y que van apareciendo poco a poco. Leonardo y Soledad, Leonardo y Anita, Anita... todos ellos, en combinación, pero también en solitario, te van cautivando poco a poco con sus historias, con sus personalidades. No todos son perfectos, pero son humanos; no se les entiende en muchos aspectos (sobre todo a Soledad), pero se les aprecia por sus decisiones. Este viaje de sentimientos está repleto de decepciones, pero también de fuerza y valentía, porque todos siguen hacia adelante a pesar de su situación, y todos encuentran algo a lo que aferrarse. Tampoco puedo dejar de mencionar los tres países que Cruceta nos retrata en esta maravillosa historia: por un lado, está España, la ciudad de Madrid, que es donde vive Leonardo, una ciudad que el autor nos describe, y cuya situación política también se presenta (sobre todo al principio de la novela); por otro lado, Francia, represantada por la ciudad de Montpellier, la ciudad del cielo azul, como la describe Ismael, llena de estudiantes y de vida, la ciudad de Soledad; y, por último, todo el país de Sri Lanka, totalmente desconocido para mí, pero que he podido visitar gracias a la novela, gracias a las cartas de Anita, porque de él se describe todo: las costumbres, la situación política, la pobreza, los paisajes, la comida, las personas... todo. En cuanto a los personajes, estos son los que de verdad hacen que esta historia sea mágica, porque todos ellos son maravillosos.
Como apunte personal, me ha resultado curiosa la referencia que se hace en esta novela a Julio Silva, protagonista de la obra anterior del autor. Me ha hecho sonreír.
Termino mi reseña con un apunte que ya le hice a Ismael hace unos días: él es como Leonardo, pues escribe sobre los sentimientos, sobre los estados del alma, y esta novela es buena prueba de ello. Ismael Cruceta ha vuelto a meterme en el bote, ha vuelto a cautivarme con una historia sencilla en la que lo importante son los sentimientos que provoca y la elegancia de su prosa, pues escribe con amor, de una forma casi poética, una historia sobre el amor.
Le comentaba a Ismael, con todo el cariño del mundo, que no sabía si odiarle por haberme dejado tan destrozada una vez cerrado el libro o si quererle por haber hecho, una vez más, que un libro me produzca tantas sensaciones. Le decía, y cito textualmente: "Soy incapaz de describirte el estado en el que me he quedado tras cerrar el libro: con un nudo en el estómago, con las lágrimas en los ojos, con una sensación de desamparo total". Es así cómo me sentí en ese momento, y como aún me siento cuando pienso en Anita Reina de Córdoba, en Leonardo Soto. Porque esta historia tiene unos tintes amargos originados por la enfermedad de Anita, una mujer vivaz, simpática y divertida que se está muriendo, que ha decidido cambiar de vida y vivir el hoy, irse a un país asolado por la pobreza y la guerra, Sri Lanka, y empezar allí una nueva vida, aunque ello suponga abandonar a su amigo del alma, a su compañero de fatigas y alegrías, a Leonardo Soto, que siempre dice que Anita es la mujer más maravillosa que ha conocido. Si no fuera porque estaba acompañada, estoy segura de que habría dado libertad a mis sentimientos y esas lágrimas que tan celosamente guardaban mis ojos y mi cerebro se empeñaba en impedir que saliesen habrían desatado un mar de lágrimas y me habrían sumido en la tristeza y desolación, porque, aunque la novela no tiene un final triste, no del todo, sí genera este una serie de emociones imposibles de controlar y que te dejan en una tristeza aderezada con tintes de positivismo y de amor.
-[...] No tengas miedo de nada, viviré en tus recuerdos cada uno de estos días que pasaré en la lágrima de la India, y te contaré historias fantásticas de gente de tez morena y ojos negros, y ojos verde aceituna también. También te contaré historias de una guerra silenciosa y ciega. Amaré, amaré a mi manera, te mandaré besos en pompas de jabón. No te preocupes por mí, Leo, mi Leo, sé cuidar de mí misma, ya lo sabes, me reiré con toda la fuerza de las entrañas, te enviaré de vez en cuando unas líneas, a lápiz, para que puedas borrar lo feo y quedarte con lo maravilloso. No tengas miedo. Te regalaré mi historia. |
Por otra parte, y dejando el final a un lado, la historia narra un viaje, no solo por tres países distintos, también por un océano de sentimientos que se te instalan dentro y que van apareciendo poco a poco. Leonardo y Soledad, Leonardo y Anita, Anita... todos ellos, en combinación, pero también en solitario, te van cautivando poco a poco con sus historias, con sus personalidades. No todos son perfectos, pero son humanos; no se les entiende en muchos aspectos (sobre todo a Soledad), pero se les aprecia por sus decisiones. Este viaje de sentimientos está repleto de decepciones, pero también de fuerza y valentía, porque todos siguen hacia adelante a pesar de su situación, y todos encuentran algo a lo que aferrarse. Tampoco puedo dejar de mencionar los tres países que Cruceta nos retrata en esta maravillosa historia: por un lado, está España, la ciudad de Madrid, que es donde vive Leonardo, una ciudad que el autor nos describe, y cuya situación política también se presenta (sobre todo al principio de la novela); por otro lado, Francia, represantada por la ciudad de Montpellier, la ciudad del cielo azul, como la describe Ismael, llena de estudiantes y de vida, la ciudad de Soledad; y, por último, todo el país de Sri Lanka, totalmente desconocido para mí, pero que he podido visitar gracias a la novela, gracias a las cartas de Anita, porque de él se describe todo: las costumbres, la situación política, la pobreza, los paisajes, la comida, las personas... todo. En cuanto a los personajes, estos son los que de verdad hacen que esta historia sea mágica, porque todos ellos son maravillosos.
Como apunte personal, me ha resultado curiosa la referencia que se hace en esta novela a Julio Silva, protagonista de la obra anterior del autor. Me ha hecho sonreír.
Termino mi reseña con un apunte que ya le hice a Ismael hace unos días: él es como Leonardo, pues escribe sobre los sentimientos, sobre los estados del alma, y esta novela es buena prueba de ello. Ismael Cruceta ha vuelto a meterme en el bote, ha vuelto a cautivarme con una historia sencilla en la que lo importante son los sentimientos que provoca y la elegancia de su prosa, pues escribe con amor, de una forma casi poética, una historia sobre el amor.
Me parece un libro muy, muy, muy curioso *-*
ResponderEliminarMe encanta la portada del libro, y me encanta cómo has transmitido los sentimientos que te ha provocado e la reseña. Parece un libro inolvidable, pero no es para mí en este momento, no soy de libros que me dejen con lágrimas en el corazón, a no ser que el cuerpo me lo pida expresamente, pero eso me pasa solo una o dos veces al año ;)
ResponderEliminarQué reseña más buena! A ver si este año consigo estrenarme con Ismael, que sólo veo buenas reseñas de sus novelas.
ResponderEliminarBesotes!!!
Vaya reseña más bonito y ganas que me has dejado de leer el libro, en serio. Gracias, voy a indagar!!
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